viernes, 25 de julio de 2014
Josep Pla en Beijing
Leo con gusto el Weekend (d'estiu) a Nova York de Josep Pla, hipnotizado como siempre en él por su prosa punzante, cachazuda y socarrona. Por su retranca abismal que abre horizontes y despeja nubarrones y malos presagios. Me detengo en una de sus frases que querría para mi aplicada a mi próximo viaje, frase de circunstancia de un Pla superado por todo lo que exigía su atención de forma inmediata y su perspicacia: “Me doy cuenta de que hoy es el día de mi vida que he visto más cosas”. Y lo decía alguien que había visto muchas, pero que muchas cosas ya.
Alguien que es capaz de definir los rascacielos de la parte baja de la isla de Manhattan como "un manojo fantástico de espárragos”, o que cuando llegando a la bahía de Nueva York, en agosto de 1954, contemplando arrobado la ciudad iluminada durante la noche, preguntó socarrón: «Y esto, ¿quién lo paga?», es alguien que como poco debe ser tenido en cuenta a la hora de preparar un viaje escribiéndolo. Porque no es lo mismo hacer un viaje que hacerlo con la intención de ir escribiéndolo de manera que el relato sea una especie de punto desde el que se vive todo en él. Eso es justamente lo que hace Pla y que tanto me atrae de él, su decidida e irreductible voluntad por proyectar sobre la realidad que se le presenta infinita en sus matices "una mirada no provinciana", al no pretender otra cosa, y ahí es donde aparece el Pla más magnéticamente honesto, que "escribir sobre las cosas que he visto”.
Yo también pretendo escribir sobre las cosas que voy a ver. Sobre todo porque es mi forma de vivirlas. La única que tengo, sea dicho de paso. Pero no me llevo a engaño, no existe nada más difícil, aunque sea la única posibilidad de avanzar, de sacar algo en claro, de responder las preguntas que vayan surgiendo.
Porque ¿de qué manera voy a ver lo que existe? ¿A vista de pájaro? Pla, por ejemplo, en cuanto pisó el asfalto del nuevo continente, de entrada, le pide a sus amigos que le hicieron de guía que le lleven a visitar el entonces edificio más alto del mundo. “Hemos de ver la geografía y lo mejor sería subir al Empire State Building para tener de la cuestión una idea global y genérica”.
¿Con ojo de pez? ¿con el ojo facetado de la mosca capaz de coser en una única imagen mil fragmentos diferentes de realidad? ¿Qué voy a dejar de lado y en que voy a fijarme? ¿De qué manera va a salirme al paso la premura del instante? ¿Seré capaz de usar el relato como defensa y bastión seguro desde el que tomar resuello en las esquinas del texto?
Quizá solo sea cuestión de calarse la boina, sonreír, poner las manos en los bolsillos y dejarse invadir por la alegría inigualable que da el saberse testigo de sí mismo.
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