jueves, 31 de julio de 2014
Punto de partida
Todo viaje implica un punto cero, una circunstancia en la que la idea de viaje se reduce a cero y la realidad del viaje te penetra y te atraviesa por cada poro de tu piel. Una de las primeras cosas que hace que te golpea es la imposición de espacio y tiempo. Los horarios cobran vida y mandan desde fuera en ti. No te queda otra que obedecer pacientemente los ritmos de marcan salidas y llegadas de trenes, aviones, autobuses... En cuanto a los espacios, se contraen y se expanden en un latir singular
En la imagen he tratado de hacer un (torpe) retrato de mi punto cero. Una estación de AVE (afortunadamente sin mayores complicaciones en relación a la huelga de trenes) que marca en su diadema de leds un momento congelado de salida de un tren que ahora es tan sólo posible pero que en 20 minutos cobrara presencia y contornos en mi realidad. Y así hará posible ese instante único e íntimo en el que el viaje deja de ser una posibilidad para pasar a ser un condicionante con múltiples caminos y bifurcaciones que se irán definiendo, dibujando a medida que discurra por los meandros del calendario.
Creo que es importante darle presencia a ese instante de encuentro definitivo, de la misma forma que lo es el hacerlo con el punto final. Ese momento en el que la realidad del viaje vuelve a dar paso a la bruma del recuerdo, de lo que fue o pudo ser el viaje, o de la que nunca será o nunca dejara de ser.
La cola en plena formación de pasajeros tira de mi hacia la realidad del viaje que reclama mi presencia , imponiéndose, como sino,
Las tres leyes del (buen) viajero
Primera ley: la frustración en la experiencia del viaje es directa e inversamente (las dos cosas a la vez) proporcional a la distancia que existe entre la imagen previa que tiene el viajero en la cabeza del lugar y las gentes que va a visitar y la realidad de los mismos.
Segunda ley: cuanto menos consciente sea el viajero de la imagen preconcebida del lugar y las gentes que va a visitar mayor será la frustración que se produzca al contacto con la realidad pura y dura que le espera y con la que se las va a tener que ver.
Tercera ley: si la realidad con la que el viajero se encuentra se aprehende tal cual en lugar de utilizarse como punto de partida desde el que (re)construir la imagen preconcebida que se traía "de serie", la frustración crecerá exponencialmente hasta lo insoportable. Porque como todo el mundo sabe no hay ficción que pueda competir con la realidad.
sábado, 26 de julio de 2014
Harvey en el corazón.
En chino al cuerpo también se le conoce como microcosmos y el corazón es identificado con el elemento fuego (Sol).
El gran médico William Harvwey, descubrió en el siglo XVII que el flujo de sangre por el cuerpo (ese que cientos de años antes médicos chinos reseguían en su hermanamiento con el qi) se realizaba en un circuito cerrado, donde el papel de bombeo correspondía a un órgano maravilloso, el corazón, que denominó “sol del microcosmos”.
¿Simple coicidencia terminilógica? En cultura (como en política) las coincidencias no existen.
Oídos sordos
Una compañera de taichi me lo hace ver. "¿Te has fijado en el concepto que manejamos los occidentales de lo que es una persona atenta? Siempre es por su capacidad de observar... hacia el exterior, claro. De puertas para afuera. ¡Los cinco sentidos puestos siempre... ! hacia lo que nos rodea. "Haz la prueba"- me dice con cara de pilla- "en una reunión con amigos di que fulano es muy observador porque es capaz de detectar cuando le duele el bazo. Verás que cara ponen.".
Y es cierto. Apenas le hacemos caso a nuestros cuerpo. Vivimos todo el rato volcados hacia lo que ocurre fuera de nosotros, pero ¿y lo que está pasando en nuestro interior que además suele ser lo más importante? Nada, literalmente como si no existiese. Como si no fuese con nosotros. Hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos y vivir en modo "automático". Se supone que debo tener pulmones porque respiró. Se supone que debo tener sistema digestivo porque como y excreto. Se supone que debo tener riñones porque orino. Se supone... se supone..., y suponiendo suponiendo nos pasamos la vida perdiéndonos esa otra vida que nos pasa dentro de nosotros y que apenas conocemos, de la que nadie nos habla, y que a veces se manifiesta de forma brusca, violenta y traumática en forma de patología o de algo peor que ya no tiene remedio. Somos expertos en estar muy atentos a lo que nos rodea haciendo oídos sordos a lo que nos dice y pide el cuerpo que suele hablar muy clarito... para aquel que quiera escucharlo, claro.
La prestigiosa neurocientífica y Premio L'Oréal-Unesco Brigitte Kieffer lo explicaba muy bien en una entrevista reciente. No podemos seguir echando mano del Prozac como única solución a nuestros males. O bien cambiamos de sociedad o aprendemos a vivir de otra manera. Hay que saber parar, cortar, poner el cerebro a cero una hora cada día, cambiar de actividad y volver. Volver a uno mismo, añadiría yo, allí de donde nunca debimos salir.
viernes, 25 de julio de 2014
Josep Pla en Beijing
Leo con gusto el Weekend (d'estiu) a Nova York de Josep Pla, hipnotizado como siempre en él por su prosa punzante, cachazuda y socarrona. Por su retranca abismal que abre horizontes y despeja nubarrones y malos presagios. Me detengo en una de sus frases que querría para mi aplicada a mi próximo viaje, frase de circunstancia de un Pla superado por todo lo que exigía su atención de forma inmediata y su perspicacia: “Me doy cuenta de que hoy es el día de mi vida que he visto más cosas”. Y lo decía alguien que había visto muchas, pero que muchas cosas ya.
Alguien que es capaz de definir los rascacielos de la parte baja de la isla de Manhattan como "un manojo fantástico de espárragos”, o que cuando llegando a la bahía de Nueva York, en agosto de 1954, contemplando arrobado la ciudad iluminada durante la noche, preguntó socarrón: «Y esto, ¿quién lo paga?», es alguien que como poco debe ser tenido en cuenta a la hora de preparar un viaje escribiéndolo. Porque no es lo mismo hacer un viaje que hacerlo con la intención de ir escribiéndolo de manera que el relato sea una especie de punto desde el que se vive todo en él. Eso es justamente lo que hace Pla y que tanto me atrae de él, su decidida e irreductible voluntad por proyectar sobre la realidad que se le presenta infinita en sus matices "una mirada no provinciana", al no pretender otra cosa, y ahí es donde aparece el Pla más magnéticamente honesto, que "escribir sobre las cosas que he visto”.
Yo también pretendo escribir sobre las cosas que voy a ver. Sobre todo porque es mi forma de vivirlas. La única que tengo, sea dicho de paso. Pero no me llevo a engaño, no existe nada más difícil, aunque sea la única posibilidad de avanzar, de sacar algo en claro, de responder las preguntas que vayan surgiendo.
Porque ¿de qué manera voy a ver lo que existe? ¿A vista de pájaro? Pla, por ejemplo, en cuanto pisó el asfalto del nuevo continente, de entrada, le pide a sus amigos que le hicieron de guía que le lleven a visitar el entonces edificio más alto del mundo. “Hemos de ver la geografía y lo mejor sería subir al Empire State Building para tener de la cuestión una idea global y genérica”.
¿Con ojo de pez? ¿con el ojo facetado de la mosca capaz de coser en una única imagen mil fragmentos diferentes de realidad? ¿Qué voy a dejar de lado y en que voy a fijarme? ¿De qué manera va a salirme al paso la premura del instante? ¿Seré capaz de usar el relato como defensa y bastión seguro desde el que tomar resuello en las esquinas del texto?
Quizá solo sea cuestión de calarse la boina, sonreír, poner las manos en los bolsillos y dejarse invadir por la alegría inigualable que da el saberse testigo de sí mismo.
miércoles, 23 de julio de 2014
Shenti
Ustedes me perdonarán pero hay algo que no acabo de entender en el concepto que maneja Occidente de calidad de vida.
Los sistemas de salud más punteros, cientos de miles de millones invertidos en programas de educación para la salud, dietas macrobióticas, nutricionistas, gimnasios a gogo, elixires de todo tipo y condición que prometen la eterna juventud por unos pocos cientos de euros, turismo termal, cirugías estéticas con el que ganarle la partida al paso del tiempo, productos ecológicos, leches de soja y ungüentos, píldoras milagrosas adobadas de publicidad que te hace regresar a la adolescencia sin pagar peaje... para encontrarte a gente que con 40 está en las últimas. ¿Qué esta pasando?
Hace unos días una señora de 70 años que tiene una parada en el mercado a quien apreció mucho y que me hace las veces de consejera aplica, me lo explicaba con rotunda claridad: "quita, quita, tanto gimnasio, tanta dieta... estáis todos hechos polvo, da pena veros. Yo a tu edad estaba más fresca que una lechuga. Llevaba este puesto y uno que teníamos en el Mercado Central que al final vendimos, me bajaba andando todos los días a Aldaya a una huerta para recoger patatas y unas cuantas coles, y aún me daba para hacer mandados para sacarme unas perrillas. Y tú, que siempre estas quejándote como un abuelo.Te quejas de vicio, te quejas porque lo tienes todo y no sabes que hacer, de puro aburrimiento, sois débiles porque lo habéis tenido todo y además de no saber valorarlo, eso ha hecho que os saquen siempre las castañas del fuego."
Y tenía toda la razón. Hemos identificado calidad de vida con esperanza de vida. Craso error. Vivir más a costa de lo que sea, como sea... pero vivir. Eso sin con todas de cara y tratando de no acusar nada. Vivir fiando nuestra calidad de vida a sus mercaderes, a quienes trafican con ella a cambio de nuestra siesta tranquilidad. Compramos tranquilidad, comodidad, evitar cuidarnos en serio y de verdad... a precio de saldo... Y así nos va. ¿Quien nos enseña a respirar correctamente? ¿A andar? ¿A colocar la postura de nuestro cuerpo adecuadamente? ¿A reconocer nuestros órganos? ¿A sentir? ¿A rastrear cada parte de nuestro cuerpo comprendiéndola como parte de un todo que tiene sentido en el conjunto y no como algo que se explica en si y por sí mismas?
Como ven no estamos hablando de temas estrictamente físicos sino que nos adentramos de lleno en terrenos educativo-culturales de profundo calado. ¿Cuantos cientos de miles de millones de euros podrían ahorrarse en tratamientos de todo tipo si integráramos en nuestros hábitos de vida estas sencillas pautas de autocuidado?
El carácter chino que identifica la palabra "salud" es, en pinyin, "shenti". Su radical representa a una persona erguida, confiada, en una posición digna, tranquila y relajada, también optimista. Y habla de salud en términos que van más allá de lo fisiológico entrando de lleno en lo emocional y en los psicológico ya que en este caso no se puede hablar de lo uno sin lo otro.
lunes, 21 de julio de 2014
¿Por qué me gusta aprender chino?
La mayoría de la gente cuando se entera de que estoy aprendiendo chino en todos los casos me hace dos comentarios (si yo perteneciera a algún organismos encargado de la enseñanza de esta lengua lo tendría muy presente porque se da en 10 de cada 10 casos): que el chino es muy difícil y que es el idioma de futuro. Me temo que son imágenes preconizadas en otro sitio, que han escuchado de otros y que hacen suyas sin contrastarlas con una experiencia personal. Siempre acabo recomendándoles que no se lo cuenten y lo prueben, y después que decidan. Y seguro que después de ello ya no lo podrán dejar porque el chino engancha, seduce, absorbe.
Tengo tres (buenas creo) razones para querer seguir aprendiendo chino. Ninguna de ellas tiene que ver con las que circulan hoy en día entre los grupos en los que se ha vuelto una moda:remoción económico-profesional etc...
La primera es que que se trata de un idioma en el que debes intervenir TODA tu persona. No sólo habilidades y capacidades de tipo intelectual (memoria, retentiva, capacidad de identificar y relacionar sonidos etc...) sino también valores como el esfuerzo, la tenacidad, la resistencia, la capacidad de sacrificio y de entrega, también la de renuncia, la humildad, la confianza en ti mismo y en quien te enseña, la paciencia, la creatividad... (la figura del profesor es muy especial y tiene poco que ver con la que tenemos en Occidente porque en este caso es el o ella quien te elige y lo hace para siempre, no cambias de profesor con cada nivel sino que el profesor te seguirá permanentemente, porque de algún modo se responsabiliza de ti, de lo que te ocurra, de los planes que hagas, de tu evolución en el aprendizaje que, como he dicho, comprender lo que eres como un todo). En ese sentido, el chino es un idioma que saca lo mejor de ti mismo, te templa, te pone a prueba, te potencia, te estira, te triplica, te enrosca a ti mismo de forma ascendente e interminable.
La segunda es que el chino unifica de forma armónica sonido (es enormemente musical), arte (el trazo de cada carácter es continuo dibujo) e historia. Cada carácter, cada uno de los millones que lo conforman tiene tras de sí una maravillosa historia que puedes rastrear tirando del hilo de la caligrafía. Y hay cientos de miles de historias esperando, a cual más original y curiosa, a quien, como yo, somos amantes de las buenas historias a través de las cuales podemos viajar en grandes camellos o dar saltos entre techos de jade a la luz de una luna construida de papelón un conejo-diosa. Cada carácter es una delicada puerta de entrada que no se cierra tras atravesarla. Pero lo más increíble es la conexión entre cuerpo y mente que se produce a través del carácter. Si escribes de forma adecuada el carácter paz, puedes llegar a sentirla. No es una película que uno se monta, lo he podido comprobar personalmente en muchas ocasiones.
Y la tercera, pero no menos importante, es la para mi increíblemente atractiva paradoja de ser un idioma enormemente lógico, de hecho el chino tiene mucho de mecano en dónde puedes construir palabras más grandes a partir de palabras más pequeños con significados más parciales. Pero al mismo tiempo, es enormemente contextual e implícito. A diferencia de nuestros idiomas donde todo es explícito y se dice "con todas las letras", en chino eso en muchos casos eso es considerado como algo grosero, zafio, falto de imaginación y de pericia, primitivo. Siempre todo depende del contexto, de a quien te dirijas, de su edad, de su filiación familiar, de si se trata de una situación formal o informal. Recientemente mi laoshi (profesora) me explicaba que el término "siempre" en chino se usa de forma diferente si lo aplicamos a algo que ha ocurrido en el pasado, o a algo que va a ocurrir en el futuro. Yo, torpemente, le interpelaba "Pero siempre es siempre, independientemente de sí se produce en el pasado o en el futuro." "¿Estas seguro? - me contesto con corrección. "En el primer caso hablamos desde lo que quisimos, en el segundo desde lo que queremos."
S
sábado, 19 de julio de 2014
Tao
Recuerdo la sorpresa -y el cierto desasosiego- que me causó mi profesor de tai chi al preguntarle qué era un tao. Él con una paciencia infinita nos explicaba los pasos que debíamos seguir para completar el tao de la grulla, el de la forma yang del 24, el de la forma yang del 88... y así sucesivamente. Tao, tao, tao... pero ¿qué demonios era aquello del tao?
Su respuesta fue: "No puedo decirte qué es el tao porque es algo que no puede definirse, porque si se define ya deja de ser tao." ¡Toma ya! Era la primera vez en mi vida que escuchaba algo así. Desde pequeño TODOS me habían enseñado que por definición TODO tiene definición, y aquello que no la tiene o no existe o no merece tu atención. Y ahora, en plena edad adulta me enfrentaba a algo que no podía definirse porque si se hacía dejaba de ser valida la definición. Pero ahí no acababa la cosa... tan sólo comenzaba.
Llevo aproximadamente cuatro años de práctica de tai chi a razón de dos veces por semana más lo que práctico en casa. No he realizado el tao de la misma forma nunca. Cada vez es distinta. Cada vez descubres cosas nuevas. Cada vez te enfrentas a un miedo y lo superas... o no. Cada vez te asomas a una parte de tu cuerpo y descubres que existe, y que por tanto no es solamente la imagen de un libro de texto, te asomas a alguno de tus órganos y aprendes a conocerlo, a explorarlo, a sentirlo, a notar si funciona o no funciona bien. Y cada vez tienes esa sensación que no me ha abandonado un solo día desde que empecé, de que siempre estás comenzando, aunque el punto de partida evidentemente no sea siempre el mismo. No hay pues lugares seguros, cosas que puedan darse por fijas, lugares comunes. Todo varía, muta y te desplaza fuera de ti mismo precisamente para ser tú mismo.
Porque las lógicas a las que estamos acostumbrados se invierten dejando de funcionar una tras otra: no se trata de convertirse en nada sino de irse descubriendo a uno mismo en un proceso que no tiene fin. No se trata de demostrar nada sino de dejar emerger cosas que ni tu mismo sabias que existían. No se trata de alcanzar nada sino de abrirle la puerta de par en par a la respiración, la atención, y la sensación. No sabemos ni que existen. No hablamos de adquirir sino de dejar, de desprenderse de la enorme cantidad de cosas, vicios, chantajes a nosotros mismos, coartadas absurdas, excusas de baratillo... que nos dedicamos a hacernos a medida a lo largo de toda nuestra vida, casa día, a casa paso para evitarnos sentir, pensar, crecer, decidir, arriesgar, superar, percibir. Nos aterroriza hacerlo aunque el precio que tengamos,que pegar sea nuestra propia identidad y nuestra libertad.
Por eso el término "tao" no puede definirse, es una especie de mecanismo de seguridad que lleva incorporado el propio término para no ser fácilmente desvirtuado. Porque si lo hiciésemos nos quedaríamos tranquilos con una frase más o menos afortunada que resbalaría sobre nuestra conciencia sin posibilidad de alterarla. Eso lo intuían de forma genial los sabios chinos que acuñaron el término hace miles de años, y así ha permanecido, afortunadamente, hasta la actualidad, e intuyo que seguirá haciéndolo en los próximos... miles de años para quien posea,la sensibilidad y el arrojo de asomarse a lo inefable que nos espera siempre agazapado en nuestro interior.
miércoles, 16 de julio de 2014
Hoy, hace un año.
Justamente hoy, hace un año, dejé de publicar entradas en este blog abruptamente y sin precio aviso. Ese día, lo recuerdo perfectamente, a las 18:32, mi mujer, me hizo parar el motor del coche que acababa de arrancar para ir a comprar. Se hizo el silencio más denso que anticipaba le peor presagio. Mirándome a los ojos, en un acto de valentía sin comparación, me dijo: "Me han detectado un meningioma en el cerebro y tienen que quitármelo ya. Es algo muy grave pero necesito que lo afrontes conmigo, a mi lado, junto a mi."
El tiempo se paró, la respiración se paró, la luz se paró, el futuro se paró, el viaje a China previsto a cuatro días vista se paró, la realidad de paró. Y fue imponiéndose una sensación pegajosa e irreversible de irrealidad, de mal sueño. Nos esperaban meses de espera, dolor, preocupación, angustia, pero también de compenetración, confianza, complicidad, residencia, superación, supervivencia, celebración de la vida a tragos largos y profundos.
Exactamente un año después -he sido incapaz de hacerlo antes- retomo el blog-espejo que abrí entonces para darme a mi mismo cuenta de nuestro viaje a China. Lo hago con la misma ilusión que lo hice entonces, matizada por lo vivido en este año. No soy el mismo. No puedo serlo. He dejado muchas cosas por el camino, un camino largo, sinuoso, imprevisto... Un camino que se pierde por entré la maleza de unos recuerdos que creí poder mantener a ralla. Pero no...
En la imagen que aparece en esta entrada puede verse el papel sobre el que escribió mi mujer cuando subió de reanimación tras una intervención de 8 horas. Una frase que esconde tras su simplicidad una auténtica resurrección, un regreso a la vida en toda regla, un nuevo transitar por los repechos de nuestras vidas en común. El ejercicio de caligrafía como prueba de que no hay límites, ni fronteras, ni barreras ante nosotros mismos y lo que creemos representar.
No existen los puntos y seguido. Sólo los puntos y aparte como permanente prolegómeno al punto final que nos señala a cada paso, en cada esquina del día que no tan siquiera podemos intuir al iniciarlo al despertar. Volviendo a casa porque uno nunca acaba de volver del todo. Porque siempre se queda en algo o el alguien. En mi caso, me quede suspendido, congelado, recogido en ese 16 de julio de 2014. Y sólo ganare movilidad si acepto permanecer sin retrasos.
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