jueves, 31 de julio de 2014

Punto de partida



Todo viaje implica un punto cero, una circunstancia en la que la idea de viaje se reduce a cero y la realidad del viaje te penetra y te atraviesa por cada poro de tu piel. Una de las primeras cosas que hace que te golpea es la imposición de espacio y tiempo. Los horarios cobran vida y mandan desde fuera en ti. No te queda otra que obedecer pacientemente los ritmos de marcan salidas y llegadas de trenes, aviones, autobuses... En cuanto a los espacios, se contraen y se expanden en un latir singular

En la imagen he tratado de hacer un (torpe) retrato de mi punto cero. Una estación de AVE (afortunadamente sin mayores complicaciones en relación a la huelga de trenes) que marca en su diadema de leds un momento congelado de salida de un tren que ahora es tan sólo posible pero que en 20 minutos cobrara presencia y contornos en mi realidad. Y así hará posible ese instante único e íntimo en el que el viaje deja de ser una posibilidad para pasar a ser un condicionante con múltiples caminos y bifurcaciones que se irán definiendo, dibujando a medida que discurra por los meandros del calendario.

Creo que es importante darle presencia a ese instante de encuentro definitivo, de la misma forma que lo es el hacerlo con el punto final. Ese momento en el que la realidad del viaje vuelve a dar paso a la bruma del recuerdo, de lo que fue o pudo ser el viaje, o de la que nunca será o nunca dejara de ser.

La cola en plena formación de pasajeros tira de mi hacia la realidad del viaje que reclama mi presencia , imponiéndose, como sino,