domingo, 7 de julio de 2013

Pica pica cultural




Hago mías y para la cultura china, las palabras que el gran Lévi-Strauss en su libro La otra cara de la luna emplea para caracterizar a la japonesa:

"No obstante, no ignoro las elevadas lecciones que esta civilización atesora para Occidente, si está dispuesto a escucharlas: que, para vivir en el presente no es necesario odiar ni destruir el pasado; y que no existe ninguna obra de la cultura digna de este nombre que no otorgue un espacio al amor y al respeto por la naturaleza."

Nosotros, tan dados a hacer tabla rasa para construir "lo nuevo", creyendo que violentar así la realidad puede funcionar, tenemos mucho que aprender del arte oriental del cambio basado en la continuidad y en el respeto a lo que te rodea, eso que otros muchos antes que tú se han esforzado en conservar en las mejores condiciones posibles... precisamente para que  puedas disfrutarlo. El hilo dorado del pasado que nos cose sin que prestemos atención a las costuras por tratarse de un magnífico trabajo de compostura.
 
Y me tropiezo con otro párrafo luminoso que tiene el poder de relajarme de cara al viaje y a esa necesidad compulsiva tan mía de "aculturizarme", de mimetizarme con el terreno cultural que piso:
 
"... como antropólogo -apunta Strauss con una honestidad intelectual que quita el hipo- sigo dudando que sea posible situar objetivamente una cultura, sea esta cual sea, en relación a todas las demás. A quien no ha nacido, ni se ha criado, ni se ha educado e instruido en una cultura, siempre le quedará un reducto inaccesible de la esencia más íntima de la misma, incluso si uno ha conseguido dominar la lengua y todos los otros medios EXTERIORES de aproximarse a ella. Porque las culturas son por naturaleza inconmensurables. Todos los criterios a los que podríamos recurrir para caracterizar una cultura o bien provienen de ella, y en consecuencia carecen de objetividad, o bien provienen de otra cultura, y ese mismo hecho los desautoriza."



 
Pffffffffffffffffffffffffffffff (con sonido de trompa de elefante). Descompresión. Tranqui. Relax... Si un genio de la antropología como Lévi-Strauss reconoce que el deseo de penetrar en una cultura para comprenderla desde dentro es vano, tengo carta blanca para hacer en mi destino lo que hacen los elefantes con la tierra. Se la comen. Esta práctica se conoce con el nombre de "pica" y la emplean los paquidermos para suplir determinadas carencias minerales de su dieta. Trataré de suplir mis graves carencias culturales de occidental con una pica china realizada de forma selectiva. Nada de fast food cultural. Recursos de primera para desintoxicar y neutralizar determinados compuestos metabolizados largo tiempo a en mi ADN cultural.


 

sábado, 6 de julio de 2013

Todo empieza con un papel

 

El viaje y sus materiales. La concreción de una diversidad material casi infinita que lo construye paso a paso. Mi viaje empieza con un papel, con este papel que pueden observar en la foto.



Se trata de la carta de aceptación que me envía la Beijing Normal University a mi solicitud para realizar el curso de verano B de enseñanza de chino. LLeva un número de referencia, el 201354090038. Ese soy yo. Mi matrícula. El número a través del cual se me va a identificar.
 
La Beijing, la 北师大 (BEI SHI DA) como es conocida popularmente allí, es una de las más prestigiosas universidades chinas en la enseñanza del idioma. La prueba es que una buena parte de los profesores de chino del mundo se forman en su aulas. Editan excelentes materiales y disponen de una metodología de aprendizaje del idioma puntera. El término "Normal" hace referencia a su especialidad en formar a profesores y educadores. Por lo tanto teóricamente van a formarme -aunque a mi nivel de principiante claro, de recién llegado a la enormidad del idioma- como si potencialmente, algún dia, fuera a dar clase. Lo cual es muy importante, no porque me lo plantee como opcion profesional, sino por la solidez en los fundamentos del aprendizaje. Entrar con buen pie. Porque aprender un idioma es como iniciar una relación personal. Los inicios son determinantes. Un paso en falso puedeconllevar un final anticipado, malograr lo que pudo ser.

El chino es una carrera de obstáculos sin precedentes en la vida del que la inicia, en la que toda buena ayuda es poca, a lo largo de los muchos años de estudio que exige su preparación. En ese sentido el chino es un idioma que te ahorma a él, que impone sus tiempos y sus plazos no los tuyos, que te exige una tenacidad, una perseverancia, una paciencia y una memoria que no tenías antes de  que comenzaras a aprenderlo, que te lo dá él. Y esto es lo que lo hace distinto de otros idiomas que puedas aprender en los que tu capacidad es la misma antes, durante y después del aprendizaje. En el caso del chino el propio proceso es que te lleva a acrecentarlas, a aumentarlas a manera de regalo extra derivado de su práctica.

Pero hay que saber apreciar ese regalo. Porque la concepción occidental del aprendizaje de un idioma nos dice que éste se ordena en una serie de años y que consiste en dominar una serie de técnicas relacionadas con la pronunicación, la construcción gramaticas, el vocabulario etc... Si la aplicas al aprendizaje del chino, estás perdido.Porque hablamos de otra liga. Un idioma que nunca vas a poder dominar porque ni sus propios naturales lo consiguen, multiplicado en inifnitos dialectos, que exige que intervengas lo mejor de ti, que hace que te pongas a prueba por tratarse de algo que va más alla del control de una determinada técnica. Y porque en determinados momentos el aprendizaje del idioma parece pasar a un segundo plano para ocupar el primero valores clave de esa cultura que son el medio del que surge finalmente el idioma: la tenacidad, la paciencia, la espera, el sosiego, el silencio, la coordinacion del movimiento y el cerebro, la imaginación, la lógica, el profundo sentido de respeto hacia la naturaleza en la que se inspira, la sencillez en el modo de dirigirse a los demás, el sentido colectivo, la memoria, la capacidad de adaptarse a lo imposible. Hasta el punto de ser el primer baluarte de una identidad. Hasta el punto de si pudiésemos "exprimir" cualquiera de las palabras que lo conforman, el jugo que obtendríamos sería China entera.





martes, 2 de julio de 2013

Mo-Ti



Hago un experimento conmigo mismo. Me reto a definir algo que no puedo definir por definición: la cultura china. Se me ocurren dos formas incluso de llevar la simulación al extremo: una en positivo, otra en negativo.
En positivo. Aproximarme a una cultura por pura sugestión. Agarrándome a las dos o tres palabras que de forma inesperada irrumpen en el buzón de mi mente... las siguiente palabras: algo inconmensurable y esponjoso. Lo primero porque entre por el cabo cultural que entre, éste me va a llevar a una parte inesperada del ovillo general. Da igual que sea navegando por el Yangtze o tomando té de trigo, deslizándome por la terracota o la cerámica, viendo car la lluvia de estío en un rincón de Cantón, oliendo la tinta negra o rodeando el arco iris petreo de Danxia. El laberinto que empieza pero no acaba. Llegado el caso lo de menos es elegir el cabo, lo de más, tirar de él con fuerza y no soltarlo. Y esponjoso porque todo concuerda, todo se adapta, todo fluye y se hace mejor. Creedme no sé explicar, tan sólo trasladar a la letra lo que siento sin saber.
En negativo. Acotar una cultura de fuera hacia dentro utilizando las preguntas que solo son capaces de generar la propia. Acordonar, balizar, delimitar por indagación como si fuera un cuerpo recien asesinado. Objeto de forense. ¿Qué dice la cultura china de lo que es el provenir? ¿Y el pasado? ¿Qué significa para ella el transcurso inalterable del tiempo? ¿Qué es ganar y perder en ella? ¿Y pervivir? ¿Qué importancia le atribuye esta cultura a la paciencia, a la tolerancia, a la inexperiencia? ¿Con cuántos valores se adorna y se perpetúa? ¿De qué hace depender el bienestar de quien se construye desde ella? ¿Hasta que punto se confirma en cada uno de los infinitos matices en los que se dispara? ¿Dónde reside su punto de fuga? ¿Hasta que punto sirven para orientarse en ellas las parejas de contrarios en los que yo varón, occidental, de mediana edad, me fundo: bueno/malo, individual/colectivo, blanco/negro, moderno/antiguo, material/inmaterial...? ¿Como nos cuestionamos a nosotros mismos desde ella?

De algún modo lo que voy buscando se parece a una cámara estenopéica. Lo que "quiero" ver de la cultura china no es sino la imagen invertida de ella misma que se forma al pasar por un pequeño agujero (mis ojos) en la habitación oscura de mi cerebro. No en vano ya nos puso sobre la pista el filósofo chino Mo-Ti en el siglo V a.C.  cuando llamó a esta cámara oscura “la habitación de tesoro encerrado”. ¿Tendré entonces que buscar en mi interior?



 

lunes, 1 de julio de 2013

Fusang




Me planteo la cuestión al revés. Que huella de mi presencia dejare en China tras mi viaje. Es curioso. ¿Qué queda de nosotros en el lugar que visitamos tras hacerlo? Si hacemos una silla, la silla queda como testimonio mudo de nuestro paso por allí. ¿Pienso dedicarme a hacer sillas? Por qué no. A lo mejor alguien me enseña a hacerlas y consigo que alguien se siente en ella... a esperarme.
Siento desde hace tiempo una inmensa necesidad de producir cosas con las manos, artesanalmente, haciendo que intervengan en el proceo mis extremidades superiores. Doblar mis dedos, presionar, unir, medir, separar, alterar, transformar. Me paso todos los días dándole forma a ideas, ideas que acaban materializandose, claro, en personas, cosas, materiales, trazas físicas de lo pensado previamente... aunque tomando presencia de una forma disinta a lo imaginado. Justamente ahí reside el misterio que no he sabido todavía resolver. Espero no conseguirlo nunca. Deseo generar con mis manos cosas materiales cuya idea no implique nada nuevo, con la condición de que haya sido llevada antes a la realidad infinitas veces antes que yo. Todas distintas sin agotar el hecho de que alguien distinto lo intente de nuevo... y lo consiga. Consiga lo mismo de manera diferente como material para el recuerdo.
¿El recuerdo? ¿Cuanta gente me recordara después de que me haya ido de allí? ¿Mis compañeros de clase, mis profesores, las personas que van a alojarnos? ¿los encargados de registrarnos el primer día? ¿los pacientes y gratos practicantes de tai chi a los que intentare unirme cada día cuando practique el tao de la grulla? ¿los miles de transeúntes con los que me cruzare cada día?  ¿El taxista que me llevara a la universidad? ¿Los funcionarios encargados de estampar el sello de entrada en mi pasaporte? ¿Las luces de neón? ¿Los espejos? ¿Las tejas de los si he yuan  四合院 (las casas de los cuatro tejados)?  En ese sentido viajar se parece sospechosamente a morir. Buscamos la permanencia más allá de la presencia por mil pasadizos paralelos. A toda costa. Pagando cualquier precio.
 
Intuyo qué el único seguro al respecto reside en mantener una inmensa sonrisa que acompañe al recuerdo que deje de mi viaje en los que salgan a mi encuentro para trascenderlo. También deseo plantar un cerezo o árbol de fusang*. El reto consiste en encontrar dos amigos que lo cuíden hasta mi regreso. ¿Puede quedar algo mejor tras de ti?
 
De acuerdo con las crónicas chinas una legendaria tierra conocida como Fusang (扶桑) fue descubierta al este del mar por Hui Seng (慧深) un monje budista de 23 o 24 años de edad que se embarcó en un viaje desde la costa norte de China hacia mediados del siglo V d.C. De acuerdo con Hui Seng la tierra de Fu Sang se encontraba a 20 mil li de distancia de la Tierra de Da Han, es decir, a 10.000 Km al este de China. El estado abundaba en árboles de Fu Sang y de allí vino su nombre. Dicho árbol tenia hojas que se comían y daba una fruta que parecía perlas rojas. El árbol era muy importante pues de él se obtenía una corteza de la cual realizaban papel para escribir y así mismo sacaban algodón para realizar sus telas y poderse vestir.

 

domingo, 30 de junio de 2013

En boxes





Prepararse para un viaje tiene mucho de arbitrario y artificial. Creemos que la selección de recursos "culturales" de los que echamos mano nos van a colocar en mejor posición a la hora de sacar provecho del viaje. Sacar provecho. Exprimir como un limón. El jugo lo bebemos, la pieza sobrante la tiramos.

Me escudo en las primeras veces de otros que fueron a China transofrmando su experiencia en libros, música, cine... cultura. Que concibieron el viaje como herramienta para provocar su creatividad. Pienso en Marco Polo, en Mateo Ricci, en Jean Michael Jarre y el tremendo ejercicio de síntesis y de sincretismo que tuvieron que realizar sobre la marcha para poder asimilar todo lo que vieron y vivieron. Vienen a mi cabeza imágenes y sonidos de la película "2046" del director Wong Kar-wai y su perfección estética. Escucho el milagro que sale de las manos de Yuja Wang. Contemplo los pétalos de la peonia. Guardo silencio. Vuelvo a empezar.

sábado, 22 de junio de 2013

Volver a casa...



En poco más de un mes inicio junto con mi mujer nuestra travesía a China. Los diarios de viaje se comienzan cuando uno está próximo a su destino, con el sonido de los motores del avión o del tren todavía zumbando en tus oídos, el equipaje recién deshecho en una habitación virgen de hotel, las primeras horas arrojadas al vaivén frenético del trasiego de taxis, planos, direcciones y cambios de divisa.

Pero, en mi caso, esto no va a ser posible porque de algún modo yo ya "estoy" en ese destino desde el momento en el hace casi un año comencé a estudiar chino. El lenguaje ha sido mi principal medio de transporte... cultural. Lento... pero seguro. Pausado... pero profundo. Siento una extraña familiaridad hacia China. Esa sensación inexplicable, incomprensible de haber estado allí antes, de haber vivido y sentido, de haber emprendido, de haber crecido, de haberme ido... para un día... poder volver que es justamente lo que haré en un mes. No voy a China, vuelvo a ella. ¿Lo entienden? No importa. En realidad este es un viaje de vuelta, no de ida, o de vuelta e ida.  Ese "deja vu", extraño, sin base racional alguna, es el que se sitúa en el mismo arranque de mi periplo que físicamente comenzara el próximo 26 de julio pero que culturalmente se puso en marcha el día en el que un grupo de representantes de importantes institutos y asociaciones culturales estudiantiles chinas visitaron el museo en el que trabajo. Los acompañaba la que acabaría convirtiéndose mi Hanyu laoshi, mi profesora de chino, Pan Jie, brújula de esta tarea ingente que me he propuesto (se requieren varias vidas para ello): comprender, asimilar, incorporar y amar la cultura China y su lengua.

Por eso todo lo que vaya anotando en este blog hay que entenderlo más como un reencuentro con algo antiguo que como un descubrimiento de lo nuevo. Como algo que atañe a lo que he sido, no a lo que seré. Es casi una cuestión de identidad, identidad perdida y reencontrada en el rincón de un largo viaje de estío. Volver a ser lo que se ha sido... sin haberlo podido llegar a ser. No es un juego de palabras, en ocasiones es la esencia de un destino compartido. Y es que mis coordenadas vitales me emplazaron un 17 de junio de 1970 en un lugar -Valencia- en el que abundan las naranjas, el arroz, la pólvora, las anguilas, los patos, y el papel... ¿Les suena?
 
 
 
 
Hay una anécdota de mi infancia que me persigue desde pequeño y que enlaza precisamente con esto. Cuando me llevaron a mi madre tras el parto, una de las enfermeras le dijo estando ella todavía un poco grogi por la anestesia: "Mira que chinito más guapo te traigo.". Según parece yo tenía los ojos rasgados de recié nacido. Por eso me reconozco en el niño que aparece en esta foto intuyendo que la cara que puso mi madre al recibirme no seria muy diferente de la expresión de orgullo que podemos contemplar en el rostro del abuelo de la imagen.




Un ser humano se construye una identidad -o varias- a lo largo de toda una vida. Vivir es construirse con materiales muy diversos: tiempo, lugares, personas, momentos... recuerdos, recuerdos que se rescatan del olvido. Recuerdo imposible, recuerdo traído no sabemos de dónde, aunque sabemos que esta ahí porque llega para quedarse en forma de viaje sinuoso, porque ¿puede recordarse lo que no se ha vivido?  
 
Para mi este viaje es una buena demostración de ello porque ante todo y sobre todo voy allí para recordar. Recordarme. Como se hacía en los mismísimos Palacios de Memoria de Mateo Ricci. Un recuerdo vale toda una vida. Porque todo viaje -exterior- tiene mucho de impostura. Creer que la cultura funciona por ósmosis como los equilibrios químicos en una célula es un error de principiantes. Uno no puede ir a China a conocer su cultura  creyendo que la va a a encontar en los veinte lugares prefabricados que han preparado para él las agencias turísticas en una suerte de fast food cultural de usar y tirar para volver a casa -esta vez sí- con tema de conversacion para ilustrar de forma exótica reuniones de familiares, amigos y conocidos. Yo no voy a China a conocerla, voy a reencontrarme conmigo mismo conociéndola, que es muy distinto. Por eso sé que, aunque resulte paradójico, de este viaje no vendré distinto, sino siendo más yo mismo que antes. En el fondo todo viaje cuestiona  tu identidad, secuestrándola por unos instantes para afianzarla o hacer que se tambalée al confrontarla con lo inconmensurable. Todo lo que vea, piense, sienta, imagine, relacione, aprenda, asimile... en este recorrido, que es sobre todo una pasarela en zig zag desde mi mismo hacia mi interior pasando por la memoria perdida de algún modo, lo haré en clave de recuperación, de retorno, de svolta como dicen los italianos, de bucle, de vuelta a casa en suma... porque ya iba siendo hora ¿no creen?
 
Será curioso comparar la última entrada que escriba en este blog en relación al viaje con ésta. Desconozco su contenido. Lo que sí sé es que a diferencia de la presente la realizaré el mismo día que ponga los pies en Valencia, y que la titularé "Irse de casa".